Día lluvioso, día melancólico, día de recuerdos gratos de mi niñez.
Me veo en la vieja azotea de los departamentos del barrio, brincando en los charcos, con la cara al cielo, riendo, libre. Era de las pocas ocasiones en que mis pensamientos se alejaban de mi y me daba el lujo de disfrutar el frío de la lluvia en mi cara. Reía, gritaba, me abandonaba a merced de mi infantil danza alrededor de los tendederos y lavaderos, sobre el techo de la escalerilla. Empapado de libertad y alegría.
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