miércoles, 14 de marzo de 2018

Descanse en paz


En muy pocas ocasiones suelo externar mis propios pensamientos, sin embargo, esta vez así  lo haré y pido disculpas por ello, advierto que solo externo una opinión muy personal y puede estar equivocada, empero aquí la escribo.
Ayer murió una de las personas que más admiro desde mis años de universidad; el legado que deja quizás solo pueda ser entendido por pocas personas en el mundo y es ahí donde radica uno de sus más grandes logros, no solo el ser reconocido por sus colegas científicos sino que pudo traspasar los muros de los laboratorios y  las sagradas cátedras de las más prestigiadas universidades, fue un parteaguas en la física, me atrevería a decir, comparado con Isaac Newton (quien presidió la misma cátedra Lucasiana en la Universidad de Cambridge) y a Albert Einstein, de quienes el mundo secular no comprendía  sus teorías, pero que intuían en ellas, de alguna manera, la revelación de las leyes que rigen el  universo.
Me refiero por supuesto a Stephen W. Hawking, quien desde su silla de ruedas pudo vislumbrar los confines del universo, sentado sobre ella cual atalaya observó desde el Big Bang hasta los agujeros negros. Más allá de sus creencias y de  algunas de sus polémicas declaraciones, no podemos negar el genio de tras de ellas. Influyente en el destino de millones de jóvenes a quienes inspira,  su tenacidad y deseo de vivir, diagnosticado por esa terrible enfermedad que lo postró en su silla de ruedas, ésta no pudo asir  su mente  destinada a las más excelsas ideas. Fue el Prometeo de la física moderna.
He aquí mi humilde homenajes a una de las más grandes mentes que ha pisado el planeta. El mundo está de luto.
Descansa en Paz Stephen W. Hawking.

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