En muy pocas ocasiones suelo
externar mis propios pensamientos, sin embargo, esta vez así lo haré y pido disculpas por ello, advierto
que solo externo una opinión muy personal y puede estar equivocada, empero aquí
la escribo.
Ayer murió una de las personas
que más admiro desde mis años de universidad; el legado que deja quizás solo pueda ser
entendido por pocas personas en el mundo y es ahí donde radica uno de sus más grandes
logros, no solo el ser reconocido por sus colegas científicos sino que pudo
traspasar los muros de los laboratorios y las sagradas cátedras de las más prestigiadas
universidades, fue un parteaguas en la física, me atrevería a decir, comparado
con Isaac Newton (quien presidió la misma cátedra Lucasiana en la Universidad
de Cambridge) y a Albert Einstein, de quienes el mundo secular no comprendía sus teorías, pero que intuían en ellas, de
alguna manera, la revelación de las leyes que rigen el universo.
Me refiero por supuesto a Stephen
W. Hawking, quien desde su silla de ruedas pudo vislumbrar los confines del
universo, sentado sobre ella cual atalaya observó desde el Big Bang hasta los agujeros
negros. Más allá de sus creencias y de algunas de sus polémicas declaraciones, no
podemos negar el genio de tras de ellas. Influyente en el destino de millones
de jóvenes a quienes inspira, su tenacidad y deseo de vivir, diagnosticado
por esa terrible enfermedad que lo postró en su silla de ruedas, ésta no pudo asir
su mente destinada a las más excelsas ideas. Fue el
Prometeo de la física moderna.
He aquí mi humilde homenajes
a una de las más grandes mentes que ha pisado el planeta. El mundo está de
luto.
Descansa en Paz Stephen W.
Hawking.
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